CRISIS
CRISIS DE LA QUE HAY QUE SALIR Mientras la desocupación, el hambre y la miseria aumentan, poco se hace para dar ocupación y salario adecuado al necesitado, para él y sus familiares que sufren las consecuencias del pauperismo. El comercio y la industria experimentan serias y alarmantes perturbaciones, neutralizadas parcialmente con algunas medidas de emergencia, que, si bien sirven para desahogos temporales, no son las que las circunstancias exigen. El agricultor trabaja y se esfuerza casi inútilmente y el hacendado si posee muchas vacas, en cambio la carne que consume el pueblo se vende a precio elevado. No hay exportación y sí superproducción, pero no se explica el fenómeno de la carestía de los artículos que son genuinamente del país y que nada tienen que ver con la guerra europea. Los llamados a resolver con acierto estos problemas parecen dar la espalda al pueblo, como si estuvieran ajenos a las necesidades de éste. Igual que si no tuvieran ninguna obligaci...