VIEJOS AMIGOS
Los naranjos de nuestras calles. Fuertes en su vejez venerable, aunque también indefensos. Amados por los sampedrinos y admirados por los turistas sensibles, que se mueven siempre al acecho de imprevistas bellezas. A veces agredidos y condenados al exterminio, algunos murieron y otros fueron arrancados por una drástica y equivocada interpretación de la higiene, o reemplazados por ejemplares de otras especies que lucen exóticos, obligados a integrarse a las hileras de los espléndidos y fragantes naranjos que adornan nuestra ciudad desde hace tanto tiempo. Hacia 1939 fueron plantados por un grupo de alumnos primarios acompañados por sus maestras; esta savia nueva jalonó un sector de las veredas que entonces se concluían casi con urgencia, como una secuela apremiante del recién construido pavimento. Los distintos diseños y colores de las baldosas se multiplicaban completando la satisfacción del progreso adquirido, y no podía faltar un proyecto de arbolado en esa nueva traza. ...