ALFONSO HARRINGTON
Esta es la nota a un hombre, a un criollo de la
más pura estirpe irlandesa. A un hombre
sencillo pero culto, a un auténtico "self made men” de nuestro tiempo. Se llama
Alfonso Ha-rrington, y está demás decir porqué lo fuimos a visitar. Dejáremos que él solo explique las
principales circunstancias de su vida, a través de algunas preguntas si se
quiere íntimas, pero eso sí: cargadas
de respeto y de calidez. Y basta de preámbulos inútiles porque, después de todo,
¿qué se puede decir de Alfonso Harrington que no lo sepan ya nuestros lectores?
¿Cuándo y dónde nació señor Juez?.
Nací el 16 de enero de 1902 en un paraje cercano a La Bolsa, donde mi padre supo tener la chacra.
¿Dónde se educó?
Bueno, yo no soy una persona con mucha ilustración. Estudié en la escuela rural Nº 21 que por entonces lo tenía a don Juan San Cristóbal como director: Un excelente director y un muy buen maestro, capaz de tener en vereda a los 45 alumnos que concurríamos allí. Después de eso leí mucho y en algunas disciplinas me considero autodidacta, pero ni hubo más colegio para mí…
¿Dónde realizó su primer trabajo?
Mi primer trabajo fue como chacarero. Desde muy
joven trabajé por mi cuenta porque mi padre había fallecido, así quedé desde
1916 hasta 1928 cuando cumplí los 28 años, me dediqué a los trabajos de campo.
Hasta esa edad vivía con mi abuelo materno Don Santiago Francisco Cumings; después, cuando me vine para San Pedro, hice
distintos trabajos, siempre a destajo: fui
viajante de comercio, carnicero, en fin,
hasta que en diciembre de 1955 comencé a trabajar en el Juzgado de Paz.
¿Cuál fue su mejor amigo?
Es difícil responder a esa pregunta. Hubo muchos
buenos amigos, pero creo que Don Antonio Leandro Capdevilia fue el mejor. A él lo he distinguido mucho en esa
condición.
¿En qué fecha vinieron de Irlanda sus abuelos?
Mi abuela materna era argentina, de origen
irlandés. El abuelo materno llegó a San
Pedro en 1863. Los paternos vinieron antes pero no tengo referencias muy precisas
de ellos porque me crie con la familia de mi madre, al morir mi padre cuando yo
tenía menos de un año.
¿Qué le gusta más: el campo o la ciudad?
Siempre le conservé mucho afecto al campo, porque
en ese medio fui formado. Claro que la ciudad se hace más llevadera, todo pare
ce un poco más fácil.
¿Es partidario? de que se festeje en San Pedro el "Día de San Patricio"?
Si, sería partidario de eso, aunque por haber
sido relativamente chica la colonia que vino de Irlanda pienso que nunca se ha
hecho. Yo suelo concurrir a las peregrinaciones irlandesas a Lujan, casi todos los años. El año pasado fue la última vez, para el 17 de marzo, que es cuando
los irlandeses recuerdan a su Patrono.
¿De todas las publicaciones actuales o pasadas, cuál fue la que más le gustó leer?
Fui siempre lector de La Nación, aun cuando
estaba en el campo. Entonces, claro, se recibía con algún atraso.
¿Lee libros en inglés?
Si, suelo leer en inglés. Los autores, que más tengo presente son
Cronin, Wallace, Joyce Bernard Shaw y lógicamente, Oscar Wilde.
¿De dónde surgió su costumbre de usar atuendos camperos?
Los usos por la sencilla razón de haberme criado
en el campo, porque aprendí a apreciar su comodidad. Y además le tengo mucho
afecto a las cosas gauchas, que me causaron siempre muy buena impresión y por
eso cultivo ese sentimiento inclusive hasta en el atuendo. Toda la vida quise el campo. El campo y los caballos fue ron mi gran
pasión...
¿Ha viajado mucho, Alfonso?
No, salvo algunas excursiones por las provincias
del norte y algo hacia el sud. Por lo demás, no he salido nunca del país.
Entre este San Pedro y el de algunos años atrás, ¿con cuál se queda?
No se puede detener el tiempo y el progreso. Es
una ley inexorable. Hay mucha diferencia entre este San Pedro y el que yo
conocí en mis años mozos, entre el pavimento y las lagunas y los barriales y
los malos caminos.... El hombre trabajaba mucho más por aquel entonces, pero
francamente, no podría decir con cuál de los dos San Pedro me quedaría.
¿Se acuerda de alguna anécdota en especial, referida a su vida?
En mi vida no hice nada sobresaliente, así que no
tengo mucho que contar. Una vez estaba
presente en una feria donde se vendían animales. Había un señor cuyo nombre aún recuerdo (el señor Jaime Tribó) y yo le pregunté si no había traído caballos
para ser faena dos, y ese señor me contestó que no, que los animales que le
habían servido para ganarse la vida no tendrían nunca que sufrir ese destino.
Me dijo que se sentiría un ser despreciable si hiciera eso. Seguimos charlando de otras cosas, pero,
aunque han pasado los años, siempre me acuerdo de ese gesto que pinta de cuerpo
entero a un paisano de ley...
¿Le apena dejar el Juzgado de Paz?
Lo dejo con un poco de tristeza, por lo bien que
me siento aquí. Tengo un Secretario muy capaz, buen cristiano, y los oficiales
y el personal son muy eficaces, y eso me hace sentir cómodo aquí, traté con
mucha gente pobre que venía a ver al Juez de Paz en busca de apoyo, y lo poco
que pude hacer por ellos siempre lo hice con mucho cariño y con mucho respeto.
Sí, me apena un poco tener que irme. Pero
es la Ley de la Vida, y después de todo yo estoy aquí para cumplir con la Ley..
Fuente: Reportaje en la Revista “Sucesos en Treinta Dias”.
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