SAN PEDRO CIUDAD
DECLARACIÓN DE CIUDAD AL PUEBLO
DE SAN PEDRO
En el aspecto político, ya lo
hemos dicho, debemos destacar cómo la ciudadanía joven comenzaba a vivir más
intensamente la etapa de transición entre el sistema electoral vigente,
manejado por el sector más encumbrado de la población y aquel que proponían
algunos personajes progresistas con el fin de imponer principios, que dieran
mayor participación en el manejo de los negocios públicos. Se vivía según una
expresión del periodista Ricardo con la esperanza de “la regeneración del país”.
Para complementar la visión de
San Pedro en tiempos de su declaración de ciudad, corresponde que mencionemos
algunos sucesos que luego trataremos en particular, como el referente a la
terminación del revoque exterior del templo que lucía estupendo, a cargo del
constructor Víctor Mantovani, cuya torre los hermanos Eugenio y Santiago
Serafín Donatti habían dejado en condiciones para ello. Poco tiempo después el
padre Carlevarino se encargaría de incorporar a la obra, la campana mayor,
algunos altares y las hermosas arañas donadas por la señora Villar de Pérez
Millán.
En lo referente al
esparcimiento, la Unión Ciclista
fue la primera de una serie de instituciones de carácter deportivo y social
nacidas en el pueblo, a la que siguieron otras
como el club Náutico y el club Paraná surgidas
posteriormente y que han llegado hasta nuestros días; otras en cambio como el Club
San Pedro se perdieron en el tiempo.
Hasta aquí me he referido a lo
que podríamos denominar la parte optimista y eufórica de un sector de la
población, contemporánea con la declaración de San Pedro ciudad; pero no todas
fueron flores para el Intendente don Feliberto de Oliveira Cézar y Eduardo
González Bonorino, autores de la iniciativa, cuando este último era elevado al
cargo de Diputado Provincial.
En el ambiente que se decía más
culto, se analizaba y se juzgaba el trasfondo del ambicioso proyecto,
sobredimensionando en algunos casos los hechos y en otros hablando con un
exceso de suficiencia, interponiendo aspiraciones o intereses para destacar
como se enfocaban “las cosas grandes con criterios chicos” y las “cosas
chicas con criterios grandes”.
Lo hemos dicho en su momento y
lo repetimos aquí, porque las críticas llegaron a tal punto que un periodista
de La Tribunita ,
se hizo eco de la acción de gobierno con estas palabras, que ya mencionáramos
anteriormente: “Actualmente se incuban proyectos trascendentales para la
salud, comodidad y estática del pueblo; pero es esta última calidad la que
domina y conmueve, la que halaga y satisface. No se dice San Pedro sano, sino
San Pedro ciudad”. Palabras que por sí solas son demostrativas de que en
aquel momento la dirigencia no podía pensar ni hablar de otra cosa que no fuera
la elevación del pueblo al rango de ciudad.
Pero el grueso de la
población, vivía –o si se quiere, permanecía
un tanto marginada del tema; solo algún periodista por opositor al gobernante
refunfuñaba: “Se hace mucho ruido en este pueblo acerca de obras enormes; se
declama en todos los tonos para convencernos de que marchamos con paso gigante
por las vías del progreso. Se halaga a las gentes, diciéndoles que San Pedro va
a ser ciudad cualquiera de estos días. Pero el pueblo no entiende muy bien qué
beneficios recibirá con el cambio de título y comienza a temer que todo se
resuelva con nuevos impuestos y gabelas”.
Es el temor propio que se
observa cuando se producen los grandes cambios, de parte de quienes no son
permeables a las grandes transformaciones; pero no caben dudas de que eran
muchos los ciudadanos a quienes les preocupaba enormemente que el progreso
institucional de la ciudad pudiera afectar su estilo de vida, por lo que se
preguntaban con una expresión propia de quienes se oponen sistemáticamente a
todo lo que significa cambio: “¿Quienes soportarán el gasto que San Pedro
ciudad iba a exigir?”.
Felizmente y por suerte, San Pedro se
encaminó hacia un destino de ciudad, hermanada con el pueblo de Mar del Plata;
y afortunadamente la presencia de las pequeñas industrias, las usinas, los
talleres, los montes frutales y los innumerables productos naturales dieron por
tierra con los vaticinios y preocupaciones de muchos ciudadanos.
No obstante y como lo sostuve al comienzo,
para el resto de la generación que vivía esos días, el cambio tuvo escasa o
nula repercusión. Tan es así que el mismo cuerpo deliberativo presidido por su
vicepresidente Manuel Aldazábal, siendo su secretario don Néstor Cano, recién
en su reunión del 26 de agosto de ese año, se hizo eco de la sanción de la ley
3040, por medio de la cual el Senado y la Cámara de Diputados declaró ciudad al pueblo de
San Pedro el día 22 de julio de 1907, siendo ésta promulgada tres días más
tarde.
Fuente: Historia Documental de San Pedro
Américo Piccagli
LA ESTACIÓN DE GOBERNADOR CASTRO A PRINCIPIOS DEL SIGLO PASADO |
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