FRANCISCO CANARO EN SAN PEDRO


Francisco Canaro


San Pedro, lo dijimos en otra parte de nuestro trabajo, tuvo una permanente conexión con los sucesos del país y también con la vida social de la Capital, razón por la cual muchos de nuestros personajes frecuentaban lugares distinguidos de la gran ciudad y muchos de sus personajes bohemios o soñadores llegaron hasta estos alejados pagos en busca de otros horizontes.

Es así como encontramos visitando este lugar en busca de trabajo, a alguien que con el tiempo no solo sería famoso en nuestro país sino en el mundo entero. Me estoy refiriendo a don Francisco Canaro que en 1907 vino a San Pedro acompañado del guitarrista y amigo Domingo Salerno, encontrando trabajo en una casa de baile llamada “La Puerta de Hierro” –¡nombre que hoy nos trae otros recuerdos, no!– donde el dueño, un tal Cortese, quería contratar un trío, motivo por el cual Canaro debió contratar un músico local, un flautista a quien conocían como “El Cuervo”, que según dice Canaro en sus memorias “era un indio gordo que en verdad tenía cara de cuervo, de donde le venía el apodo”.

Domingo Salerno
Canaro en sus memorias cuenta también algunas anécdotas vividas con el personaje y sobre todo con el dueño de casa, un italiano de apellido Cortese, “muy ordinario, que usaba unos bigotes largos y caídos, y cuando tomaba la sopa se los empapaba de líquido y luego se los lamía con la lengua y los labios para secarlos. Era sumamente sucio y descuidado. Usaba también gorra negra con visera; y era tan original y sentía tal respeto por el comisario del pueblo que cuando éste le hablaba por teléfono Cortese de inmediato se quitaba la gorra y le respondía ¡Sí, signore Comisario!”.

Esta anécdota probablemente pase desapercibida para el lector, pero a mí me crea ciertas dudas porque recién el 2 de octubre de 1910, o sea tres años más tarde a este acontecimiento, se firmó el contrato con la Unión Telefónica para la instalación de teléfonos domiciliarios. Aunque debo reconocer que había algunos instalados pero con autorización especial en cada caso y ese no lo he hallado. Pero en honor a lo interesante de la anécdota la damos como cierta.

El dueño de la casa de baile tenía según el relator una señora llamada “La Gringa” y en la casa de baile sobresalía una buena moza, morocha y muy atrayente apodada “La Turca”, lo que nos dice muy a las claras que se trataba de una de las tantas casas “llamadas como casas de inquilinatos” a los efectos de la inspección municipal de seguridad e higiene, pero que en la realidad no eran otra cosa que casas públicas o de prostitución también llamadas “casas de tolerancia”, por ser toleradas por los municipios y al frente de la cual siempre y obligatoriamente debía regentearla una mujer que lo hacía como gerente.

“Había en San Pedro –nos dice Canaro– otra casa de baile, la de «María Sosa», que así se llamaba la patrona, una criolla de pura cepa”. En ella actuaba un violinista rengo de nombre Ernesto Zamboni.
En este relato se confirma lo que dijimos en otra parte de la obra, que todas ellas eran regenteadas por mujeres conocidas en la jerga como la madama.
Durante su estada en San Pedro Canaro hizo una muy buena amistad con Victorino Cejas, “simpático y jaranero, muy calavera en su juventud”, afirma en sus memorias, que además tenía una gran habilidad en el manejo de los naipes.

Años más tarde Cejas viajó a Buenos Aires porque tenía intenciones de radicarse allí, obteniendo el apoyo de Canaro que le dio empleo a él y su señora en “COMAR” (“Corporación Musical Argentina”), de la cual Canaro era su fundador y presidente.
Al respecto Canaro dice en sus memorias: “Y cúmpleme en reconocer que hasta el presente el matrimonio sigue desempeñándose cumplidamente en dicho empleo; que el buen viejo Cejas vive feliz y contento con su noble esposa y compañera; que su hijo, ya casado y hecho un hombre de bien, está establecido con negocio de tienda en Ituzaingó, y que, como sus padres, vive igualmente feliz”.

Canaro finaliza recordando esta relación con una frase que lo pinta de cuerpo entero al expresar: “Nada hay tan grato como hacer el bien, cuando se nos presenta la oportunidad. A los que tenemos cabal concepto de la amistad, nos proporciona una íntima satisfacción el saber tender la mano al amigo y en ella ponerle nuestro corazón”.
Como una prueba del aprecio que se supo ganar Victorino Cejas en el ambiente musical que rodeaba a Canaro, cabe mencionar que Prudencio Aragón (“El Jony” para los amigos) un compañero de ruta, pianista y compositor de la guardia vieja, fue quien le dedicó un tango que tuvo mucho éxito con el cual pretendió homenajearlo y que tituló “El Pardo Cejas”.

Fuente: Historia Documental de San Pedro Américo Piccagli.

Comentarios

Facundo Cejas ha dicho que…
Fernando agradezco tus palabras me cruce con el texto y estoy conociendo una parte de la vida de mi bisabuelo, viva la musica.

Entradas populares de este blog

EL CALIBRE DE LAS ESCOPETAS

BREVE HISTORIA DE SAN PEDRO Bs.As.

RÍOS Y ARROYOS DE SAN PEDRO