LA CAPILLA DE SAN PATRICIO 2ª parte

Recuerdo de vecinos

    Fueron más de 130 los firmantes del acta de fundación de la Asociación Irlandesa constituida para levantar una capilla que atendiera las necesidades espirituales de la numerosa comunidad irlandesa establecida en la zona. Con este fin se reunieron el 4 de enero de 1875 en la estancia de John Harrington, quien donó el terreno donde se levantó la capilla en la más extensa de sus estancias, y encabezó la lista de  donaciones para  levantar el edificio con $10.000, seguida por la generosa contribución de los irlandeses del distrito y de otros partidos vecinos, y de algunas personas de otro origen étnico que también firmaron el acta fundacional, como Beltrán Elgoyhen y Federico Paulsen.
    Pasaron más de cincuenta años, y en 1926 el matrimonio O’Farrell – Harrington, ante el dolor causado por la muerte de su joven hija,  donó también el terreno donde con el aporte de todo el vecindario se levantó la iglesia de Santa Lucía, que se inauguró y bendijo el 12 de abril de 1931.  En la Navidad de 1948 un violento tornado causó grandes destrozos en este edificio; cuando los daños fueron reparados, se trasladaron a este templo algunos bancos de la capilla de San Patricio, en reemplazo de los destruidos por la fuerte tormenta.      
    Los antiguos habitantes de Santa Lucía recuerdan todavía que al desplomarse el techo de la iglesia en esa oportunidad, una cabreada se atravesó sobre el altar mayor  y este quedó así asombrosamente limpio y a salvo; curiosa coincidencia que añadió un respetuoso halo de milagro al tan lamentado suceso.
    La reacción de los pobladores no se hizo esperar, y las obras de reconstrucción del templo se pusieron en marcha, con la amplia colaboración de muchos espíritus generosos, entre ellos el de la señora Brígida Slevin de Carabasa. Perteneciente a una respetable familia irlandesa de la zona, después de ocurrido dicho tornado esta dama colaboró en la reconstrucción y donó los dos importantes vitrales con las imágenes de San Patricio y Santa Margarita, que hoy embellecen el templo. Su intención fue obsequiar también otros, para los cuatro ventanales restantes, pero según las aseveraciones de los pobladores, su estado civil no consagrado por la Iglesia hizo que las autoridades eclesiásticas de esa época desestimaran su proyecto de completar esa donación. Pasó el tiempo y los dos hermosos y polémicos vitrales continuaron con su misión de iluminar serenamente la iglesia, gracias a la nobleza y generosidad de esa dama y muy a pesar de la intolerancia y el autoritarismo opositor.
   Cabe recordar esta donación, para aclarar que el vitral con la imagen de San Patricio que está en la iglesia de Santa Lucía no perteneció a la capilla demolida, como muchos suponen y afirman, sino que su origen se explica en las razones que anteceden. Lamentablemente, los bellísimos vitrales originales de la capilla de San Patricio importados de Europa desaparecieron durante la demolición; todos habían sido donados por distintas familias irlandesas de la zona y al pie de cada uno constaba el apellido del donante. 
    Ante los hechos consumados, queda la reflexión de lo peligrosa y negativa que resulta la imposición de autoritarismos tan destructivos, que privan a los pobladores de tan valiosos patrimonios históricos, como era en este caso la capilla. Y más peligrosa todavía, la callada aceptación de esas imposiciones.

Colaboración: Julia McInerny
Fuentes: Testimonios de antiguos vecinos de la zona.
Piccagli Américo, Historia de Santa Lucía. Acta fundacional de la Asociación Irlandesa.

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