LA SEQUÍA DE 1827

Foto ilustrativa
Estos relatos pueden dar alguna luz acerca de los casos en que gran número de animales de todas clases han sido hallados juntos debajo de tierra. Llamase la gran seca el período comprendido entre los años 1827 y 1832. Durante ese tiempo cayó tan poca lluvia, que desapareció la vegetación y los mismos cardos dejaron de brotar. Secáronse los abrojos y el país entero tomó el aspecto de un camino polvoriento. Esa sequía se hizo sentir sobre todo en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y en la parte meridional de la provincia de Santa Fe.

Gran número de aves, de animales salvajes, de ganado vacuno y caballar murieron de hambre y de sed. Un hombre me contó que los ciervos tomaron la costumbre de ir a beber al pozo que se vio obligado a cavar para suministrar agua a su familia: las perdices apenas tenían fuerzas para huir cuando las perseguían. Estimase por lo menos en un millón de cabezas de ganado las pérdidas sufridas sólo por la provincia de Buenos Aires. Antes de esa sequía, un propietario poseía en San Pedro veinte mil bueyes; después de ella, no le quedó ni uno. San Pedro está en medio del país más rico, y hoy abunda en animales; sin embargo, en el último periodo de la gran seca hubo que importar por agua animales vivos para la alimentación de los habitantes.

Los animales abandonaban las estancias dirigiéndose al sur, donde se reunieron en  tan gran número, que el gobierno se vio obligado a enviar una comisión para tratar de dirimir las contiendas que surgían entre los propietarios. Sin Woodbine Parish me señaló otro manantial de disputas muy frecuentes entonces: el suelo había permanecido seco tanto tiempo y existía en él una cantidad tan enorme de polvo, que en este país tan llano habían desaparecido todos los linderos, y las gentes no encontraban ya los límites de sus respectivas propiedades. Un testigo ocular me refiere que las bestias de ganadería se precipitaban por ir a beber en el Paraná en rebaños de muchos miles de cabezas; agotados por la falta de alimento esos animales érales imposible volver a subir luego las escurridizas márgenes del río y se ahogaban. 

El brazo de río que pasa por San Pedro estaba tan lleno de cadáveres en putrefacción, que un capitán de barco me dijo haberle sido imposible pasar por a allí: tan fétido era el olor. Sin duda ninguna, perecieron así en el río cientos de miles de animales; víéronsé flotar sus cadáveres descompuestos dirigiéndose hacia el mar, y probablemente gran número de ellos se depositaron en el estuario de la Plata. El agua de todos los riachuelos volviese salobre; y este hecho produjo la muerte a muchos animales en ciertos sitios, pues cuando un animal bebe de esa clase de aguas muere siempre, de un modo infalible. Azara describe el furor de los caballos en semejante ocasión: todos se arrojan a los pantanos, y los primeros que llegan son aplastados por la multitud que los sigue. Añade que ha visto más de una vez los cadáveres de más de mil caballos salvajes que habían perecido así. 

He notado que el cauce de los riachuelos de las pampas está cubierto por una verdadera capa de osamentas; pero esta capa proviene probablemente de una acumulación gradual, más bien que de una gran destrucción en un período cualquiera. Después de la gran sequía de 1827-1832 sobrevino una estación muy lluviosa que trajo consigo vastas inundaciones.

Por tanto, es casi seguro que millares de esqueletos han quedado sepultados por los sedimentos del año mismo que siguió a la sequía,  ¿Qué diría  un geólogo al ver una colección tan enorme de osamentas pertenecientes a animales de todas las especies y de todas las edades sepultada bajo una gran masa de tierra? ¿No estaría dispuesto a atribuirla a un diluvio, más que al curso natural de las cosas?
CARLOS DARWIN

Fuente:  Archivo familiar de Caras y Caretas



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