NITI PORTA


NITI PORTA
El siguiente artículo es un reportaje realizado por Paola Castillo, publicado en la revista “La Memoriosa” del mes de noviembre del año 2008.
La fotografía corresponde a la orquesta Laserna Porta integrada por: Mario Laserna Amílcar Porta, Luisa Morresi, Vector Estévez y Mariano Caroni.  

DOS HOMBRES, DOS HISTORIAS, UNA PASÓN: LA MÚSICA
El aporte de Fernando fue valiosísimo, pero sabía que para desarrollar el tema faltaban –como de costumbre- más protagonistas.  Empezamos a listar opciones –más el que yo- y de tanto anotar nombres en el aire desembocamos en dos personas que estuvieron relacionadas con las orquestas, aunque desde distintos lugares. El primero en recibirme fue Mario "Niti" Porta. La música clásica que se filtraba por las paredes hacia la cocina, parecía una constante en las entrevistas que me ayudarían a desarrollar este tema.
Porta había tocado en algunas oportunidades su piano y acordeón a piano, en la orquesta Laserna-Porta, cuyo director era su hermano Amilcar. Pero fueron pocas las veces en que los sampedrinos lo escucharon tocar, porque como él dice: "Nunca tuve coraje de tocar. Ante la gente, me inhibo". Es evidente que las veces que lo hizo, fue más por necesidad -si algún músico se enfermaba, por ejemplo-, que porque lo entusiasmara que otros lo escucharan.

Pero mucho antes de que todo esto le ocurriera, nos cuenta: "Era muy jovencito cuando un pasajero llegó al hotel La Palma, de la familia, y me pidió que le cuidara un tocadiscos. Como travesura, se me ocurrió ponerlo en funcionamiento y una sinfonía inundó el ambiente. En ese momento descubrí que me gustaba la música clásica. Y especialmente esa composición, "La sinfonía inconclusa" de Schubert, que me acompañaría toda la vida. Han pasado más de cincuenta años y la sigo escuchando hasta tres veces al día".
Este episodio en el hotel -sumado al piano que había en su casa-, despertó en Porta el interés por la música. Un día, en una de esas tantas veces que pasaba delante del piano, se sentó y,  como haría cualquier otro chico de trece años -quizás como una travesura más-, empezó a tirar notas sobre el teclado. Notas que para Niti no eran más que sonidos aislados que formaba parte de su juego. Ese juego de tirar notas sobre el teclado se volvió costumbre para Niti: y cuando su hermano -. Amílcar lo escuchó. lo llevó a aprender música con Mela Morressi, su cuñada. Pero como no le gustaba tener que estudiar las partituras, al poco tiempo abandonó las clases. Pero el piano seguía sonando. Todos los días pasaba más de cinco horas improvisando y sin proponérselo, iba desarrollando un singular oído. Por eso Niti dice: "Yo no aprendí con nadie a tocar el piano. No sé música. No sé leer una partitura. Todo lo que toco es de oído. Para sacar la melodía me la hago tararear y la toco como me la imagino".
La suya era una familia de músicos y creativos. Su tío Baldomero y su hermana Beba tocaban el piano, al igual que su cuñada Luisa Morressi, y Amilcar el acordeón a piano. Fueron dueños del cine La Palma, del hotel y del bar del mismo nombre. Tuvieron la primera usina, galpones cerealeros en el Puerto Canaletas, y la heladería que conservan hasta hoy en día. En cualquier charla amena acerca de la vida, aparecen siempre recuerdos inesperados, como éste: "Cuando el cine era mudo, Beba tocaba el piano entre acto y acto, mientras transcurría la película. Ella se ubicaba debajo del escenario, en la platea. Amilcar enseñaba acordeón a piano en mi casa, arriba de la heladería Porta. Y la hermana de Luisa, Mela, era una notable profesora de piano. ¡Tenían muchos alumnos!".




Pero como no quería perder el objetivo de lo que me había llevado al encuentro con Niti, -su aporte sobre la orquesta Laserna - Porta-, dejé escapar una pregunta, a la que contestó: "Los que tocaron en la orquesta están todos muertos -dijo con un dejo de tristeza, evocando quizás recuerdos y pensamientos. Los directores eran Mario Laserna y Amilcar. El cantante era Rodolfo, hermano de Mario; Luisa, la mujer de Amilcar, tocaba el acordeón a piano y el piano, Víctor Estévez el bandoneón y Mario el violín", concluye.
Tanto en el campo como en la ciudad se hacían bailes todos los fines de semana: los sábados, la última pieza se tocaba a las tres de la madrugada y los domingos las orquestas animaban la matiné de 20 a 24 horas. La gente tenía muchos sitios donde divertirse y los músicos, por ende, donde tocar.
Cuando las orquestas estaban ocupadas, los clubes contrataban músicos que tocaban "a la parrilla". Es decir, se juntaban y lo hacían sin ensayar.
Esta fue una época donde florecieron gran cantidad de orquestas, pero la que sobresalía -por su profesionalismo quizás-, era la de Laserna - Porta.
Niti recuerda: "Los integrantes de la orquesta, para viajar, acostumbraban alquilar un coche. Cobrábamos medio jornal y los arreglos comerciales los hacía Mario Laserna, porque tenía más carácter que Amilcar y hacíamos la siguiente rutina: tres tangos, un paso doble o un vals; y repetíamos. En ese tiempo, el tango era el ritmo preferido. Introducían sus propios arreglos musicales, pero ensayaban poco porque todos trabajaban. También acostumbraban tocar en el Club Unido, donde asistían personas de buena posición económica y en el Club La Comercial. Estaban ocupados todos los fines de semana", finaliza Porta.

EL DÍA QUE NITI CONOCIÓ A PIAZZOLLA
Alrededor de 1950 un trabajo lo condujo a Buenos Aires. Pero esto no lo alejaría de la música. En esa época, la calle Corrientes brillaba al ritmo del cuatro por cuatro. Y Niti -junto a su amigo Darío Laserna-, no dejaba noche librada al azar. Recorrían el Marsoto, el Nacional, el Tango Bar, buscando en las carteleras la orquesta que más Ies agradara.
Pero su predilecto era el Tango Bar, porque allí se presentaba Astor Piazzolla -como integrante de una orquesta-. Astor Piazzolla, de quien con el tiempo sería amigo.
Cuando le pedí que me hablara de él, Niti dijo: "PiazzoIa, un hombre espléndido. Uno de los más grandes músicos del siglo.

Entre todos los que tocaban, estaba Piazzolla. Con Darío Laserna nos sentábamos en una mesa cerca del escenario. Pasábamos toda la noche hasta las dos de la madrugada con un café de un peso -ríe-, porque no teníamos para un segundo café. No recuerdo bien cómo empezó la relación, pero todas las noches, cuando dejaba de tocar, Piazzolla bajaba a nuestra mesa, salvo cuando iba la familia, en ese caso compartía con ellos". Antes de subir al escenario, su bandoneón desprendía unos acordes de una pieza clásica que tocaba para él. Evocando la melodía, Niti canta: ¡para-ra-ban-ban-ban-bin-bin! y continúa con el relato:" Entonces yo le decía: ¿Le gusta Schuman, maestro? - Él me miraba sorprendido y preguntaba: - ¿Conoce esta música? - a lo que le respondía: -Si, conozco. En otro momento pasaba, tocaba otra pieza y le decía: - ¿Le gusta Tchaicovsby? Yo conocía mucho de clásicos, me gustaban y me gustan. Vivía escuchando música. Supongo que ahí empezó nuestra amistad, cuando se dio cuenta que yo sabía de música".
"Recuerdo cuando una noche me dijo: -Niti, tararea unos de esos acordes que te gustan a vos de Joaquín Mora. Empecé a hacerlo, al tiempo que Astor tomó una servilleta y anotó: con la mano izquierda tal acorde y con la derecha tal otro y terminó diciendo: -Ya lo tengo, suena muy bien esto-. Después la servilleta la perdí, no les daba importancia a esas cosas, tal vez pensando que la gente no iba a morir nunca.

Era un hombre fenómeno, al que le gustaba mucho narrar historias. En una oportunidad contó que cuando vivía en Nueva York, fue invitado -con un amigo americano- al casamiento de otro amigo. Y como nunca les sobraba el dinero, vieron sobre una mesa un regalo más importante que el de ellos y le cambiaron la tarjeta". "Una vez fui a Mar del Plata de paseo. Estaba en el casino y escuché que alguien dijo mi nombre; me quedé seco. Me doy vuelta y era mi amigo músico, Virgilio Espósito. Entonces nos fuimos a tomar algo y durante la charla me dijo: -Niti, mañana a las cuatro de la tarde tengo que ir a la casa de Piazzolla y quiero que te escuche tocar el piano, así que te espero. Combinamos lugar y hora para ir juntos, pero yo nunca fui. Me volví a San Pedro, en el tren de la mañana. Pensé en la grandeza de Piazzolla, en que iba a estar en presencia de un monstruo y me dio vergüenza tocar ante él. ¡Yo era un gran admirador suyo! Uno se tiene que ubicar en el lugar que le corresponde ¡Así es la cosa, vieja!"
"Después me enfermé y del banco de Lomas de Zamora me trasladaron a San Pedro y nunca más lo volví a ver a Astor Piazzolla", concluye Niti, con la satisfacción de haber compartido una pasión con un maestro

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