LAS SOMBRAS DEL MURO


Colaboración: Julia McInerny

Impersonal, desamparado, el muro se levanta en Pellegrini al trescientos cincuenta. Discordante con el definido y cuidado estilo de los edificios contiguos, está ahí sin otra misión que tapiar un solar en apariencia ruinoso y vacío, pero poseedor de una intensa carga de historia. En el siglo XIX existió allí una hermosa casa, hoy destruida, que con el correr del tiempo cobijó a la Escuela Normal Mixta durante veinticinco años. Conocida como“la casa de Ballerini”, dentro de sus viejas paredes completaron su formación veintidós promociones de maestros; el primer año del ciclo del magisterio inició allí sus actividades el 14 de abril de 1910, mientras que el Departamento de Aplicación, de primero a sexto grado, funcionó en el edificio construido por el gobierno de la provincia en la intersección de las calles Mitre e Yrigoyen, hoy escuela N° 1, cedido por el Consejo Escolar.
En 1913, al término del período reglamentario de cuatro años establecido en esa época, obtuvieron su diploma los quince alumnos que integraron esa primera promoción. Con un baile en la Municipalidad que fue todo un suceso y una velada de gala ofrecida por las autoridades de la Escuela Normal, la celebración de este acontecimiento marcó sin duda una tendencia dentro de las costumbres de la sociedad sampedrina.
En 1929, luego de dilatadas y trabajosas gestiones, se comenzó a levantar el actual edificio de la Escuela Normal, en la calle Arzobispo Bottaro, concluido totalmente recién en 1935. Fue entonces cuando profesores y alumnos se despidieron para siempre del añoso caserón; a partir de esa fecha, el abandono lo fue deteriorando y un complejo y oscuro proceso de supuestas posesiones devino en el conocido y lamentable final.
Hoy queda tan sólo una tapia. Un paredón que no alcanza a cubrir los vestigios de las ruinas amenazantes, ni puede borrar los nombres del medio millar de maestros que estudiaron en esa escuela. Un muro que no logra apagar el calor de ese cuarto de siglo, en el que un grupo de profesores y ciudadanos idealistas luchó esforzadamente contra innumerables dificultades hasta lograr el edificio adecuado donde se impartiría la instrucción secundaria en nuestra ciudad.
Caminar junto a esa pared significa ingresar en un terreno movedizo. El alma de la vieja casona agita sombras de culpas compartidas, que nos enfrentan con una imperdonable indiferencia, con la certeza de otra pérdida de nuestro patrimonio histórico:
ni siquiera se atinó a conservar su clásico y hermoso frente, como valioso símbolo de nuestro pasado. Y ante la triste realidad de esas ruinas, se desmoronan todos los argumentos: nos sentimos solos, injustamente despojados, frente a las acusadoras sombras del muro.

Referencias: Reseña Histórica de la Escuela Normal, por el profesor Francisco A. Giovanelli,1960.

Testimonios transmitidos por antiguos ex-alumnos.

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