ARCO DE ORO


“Todos piden a coro… Jugos Arco de Oro!”

La historia reciente divide a los que ven a la Planta Fabril de capitales sampedrinos más importante que tuvo San Pedro, como una sucesión de trámites, convocatoria, quiebra y remates; de aquellos, que guardan en su corazón la epopeya de llegar al país y al mundo con productos genuinamente fabricados en la ciudad, con una calidad que aún hoy, resulta envidiable.

Corría el año 1959 y Don Orlando Ferrari junto al visionario Osvaldo Tuero, decidían arriesgarse en una aventura o “emprendimiento” como se lo llamaría en nuestros días. Probarían suerte en el “mundo del dulce”, el martes 13 de Febrero de ese año inaugurando Arco de Oro, sin imaginar que algún día ese nombre recorrería el país entero, y que sus productos estarían en la mesa de millones de familias argentinas. Ferrari, amante del campo y las vacas siempre de bombachas, botas y pañuelo rojo al cuello, apareció un día en la oficina de seguros La Comercial de Rosario de Don Tuero, un hombre que sólo tenía sexto grado, que se había criado en el campo de modo humilde, repartiendo leche del tambo de su padre Don Anselmo, arriba de un sulky, mientras estudiaba. Festejaba su cumpleaños dos veces al año, porque su madre le había contado que el día que él nació llovía estrepitosamente en el campo, era un 12 de Junio, y como en aquel entonces sólo se tomaba la fecha en la que se inscribía en el Registro Civil a los niños, para los argentinos él había llegado a este mundo un 18 de ese mismo mes. Así, pues cada año se rendía homenaje a sí mismo, durante toda una semana. Amaba la ópera, porque llegaba a la fibra más intima de su ser, decía que “volvía más humano a los hombres”. Cada noche se dormía con ella, era su amante fiel, y cuidaba su sueño hasta las 6 de la mañana, hora en la que amaneció absolutamente todos los días su vida. Inteligente, terco, gruñón, sensible, tenía un olfato especial para los negocios, adelantado para su época, siempre pensaba en que algo más se podía hacer. Los manjares de la vida siempre fueron su debilidad, más que las mujeres, un plato elaborado acompañado de un buen vino, seguido de un sabor dulce, eran un ritual que mantuvo hasta sus últimos días. Era amado y odiado por todos al mismo tiempo. Pero lo que nadie puede negar es la admiración que siempre despertó en todos aquellos que lo conocieron. Qué lucha señor!! Osvaldo Tuero era el segundo de cuatro hermanos, hijo de Don Anselmo y Doña Teresa, recorría el pueblo llevando leche a casi todos los hogares sampedrinos. Así conoció a Irma, la mujer que le daría dos hijos y que trabajaría toda una vida junto a él. Cuando recién se casaron Don Osvaldo se subía a una camioneta cargada de fruta, naranjas o duraznos según la época y la vendía en Baradero. Su vehículo era reconocido por todos los vecinos porque tenía una leyenda: “Qué lucha señor!!. Más tarde, Irma puso una verdulería y Osvaldo, que para entonces había comprado un camioncito, viajaba todos los días al mercado a traer mercadería para ellos y otros comerciantes de la ciudad. Para ese entonces, sólo tenían a Norma, su hija mayor. Los años pasaron y todo iba bien hasta que se enteraron que otro bebé estaba en camino, así fue que decidieron cerrar el negocio y Don Tuero por ofrecimiento de un conocido de Baradero, abrió una oficina con la representación de los conocidos Seguros La comercial de Rosario, que por aquel entonces era una de las más prestigiosas compañías aseguradoras del país.

Susana Tuffilli consigue su primer trabajo con él y fue más tarde, la primera empleada que tuvo Arco de Oro. A fines de ese mismo año, Orlando Ferrari tocaba la puerta para ofrecerle un negocio a Tuero, en el que él por su porpia cuenta ya había fracasado. Fabricar dulces de batata y de membrillo. La primer Paila Don Anselmo Tuero, padre de Osvaldo, tenía un galpón al lado de su casa, donde guardaban el alimento y los utensilios del tambo. Desde hacía un par de años ya no funcionaba y el lugar estaba en desuso. Así fue que lo acondicionaron y montaron la primer paila, que sólo revolvía y funcionaba con una caldera a leña a la que había que estarle encima constantemente. Arco de Oro comenzaba a funcionar. Los panes de 2kg. con sabor a batata y a membrillo, se vendían en toda la zona. El camioncito que en un primer momento cargaba fruta, luego distribuía el manjar que formaba parte del tradicional postre nacional “Vigilante”, más conocido como “queso y dulce”. Esta costumbre nació para suplantar la falta de fruta de estación y luego se adoptó en todos lo ámbitos y lugares. La fábrica no paraba de crecer y los pedidos eran cada vez mayores. Osvaldo Tuero se encargaba de la parte comercial y Orlando Ferrari de la producción. En los primeros tiempos, sólo había empleados de sexo masculino y la única mujer que se encargaba de las tareas administrativas era Susana Tuffilli, quién tenía su escritorio en la casa de familia de Don Tuero, ubicada en Ruiz Moreno 720 y desde allí funcionaba la administración. Pablito clavó un clavito Una idea innovadora en el mercado, fue el pancito de dulce individual, hasta el momento sólo se vendía el pan de 2 Kg. fraccionado, en todos los almacenes. Arco de Oro decidió ofrecer una opción de 250 Grs. que venía en una cajita de madera artesanal. Las maderitas cortadas se distribuían por las casas de familias que aceptaban el trabajo y clavaban las partes para dar forma al precario envase. La camioneta pasaba puerta por puerta dejando tablitas de distintas medidas y recogía cajitas de madera. Todos los días se hacía el recorrido. Cualquiera que pregunte, seguramente encontrará algún vecino, tío, abuelo, o simplemente conocido que clavó cajitas para la fábrica. En 5 años habían crecido mucho, demasiado y todo indicaba que nada podía detener el monstruo que fabricaba dulce. Se fueron modernizando las máquinas y pasaron a tener pailas que directamente fabricaban todo el proceso y sólo debía envasarse. Las mujeres comenzaron a formar parte del galpón y el espacio resultaba chico. El terreno de enfrente era el ideal. Así fue que cruzaron la calle y montaron otro galpón, más oficinas administrativas y se llenaron de ideas nuevas. El Hombre llegaba a la luna y Arco de Oro se iba a pique En el año 1969, una crisis muy profunda invadió las cuentas y puso los libros contables en rojo. Todo indicaba que los nuevos proyectos no tenían ningún resultado positivo. La única opción de todas las que probaron y que fue rentable, era la producción de mermelada. Ni el vino, ni el dulce en hojalata, porque era costoso en ese entonces, ni los caramelos que se traían desde Arroyito, daban ganancias, más bien pérdidas. Todo indicaba que el fin de este proyecto era inminente. Para entonces muchas eran las familias que participaban de esta Industria, y la posibilidad de quedarse sin nada, asustaba a todos. Pero el milagro llegó. Por aquel entonces, el gobierno de Perón comenzó a dar algunos créditos para impulsar el desarrollo industrial en el país y Arco de Oro fue uno de los afortunados en recibir el empujón que necesitaba. Se modernizó la planta, se compraron máquinas nuevas, se construyó un aserradero, piletones donde se hacía la famosa fruta abrillantada, se modernizaron las calderas y se comenzó con la fabricación del jugo de fruta natural. La participación en todas las Exposiciones Industriales del País provocaron la expansión de los productos de la marca. Si bien lo habían hecho siempre, y desde el primer año, La Rural nunca se había privado de su presencia, optaron por recorrer, el país. Así fue que para cuando llegó la democracia, Arco de Oro entregaba dulce en todo el norte y centro de Argentina. Río Negro era el límite sur y Formosa el norte.

Nadie se privaba del deleite de los productos del lugar. Llegó a tener una flota de camiones de última generación. Y todo salía desde aquí, de San Pedro. Economía popular En la fábrica trabajaban alrededor de 150 empleados, número que variaba de acuerdo a las épocas de producción. La particularidad destacable, es que siempre se priorizó la ciudad para todo. La batata, se compraba a los productores locales y cuando estos no podían abastecerlos más, recién allí salían a recorrer la zona. Lo mismo se daba con la sandía, materia prima de la fruta abrillantada que se vendía a todos los fabricantes de pan dulce del país. Marcolla, Valente, Canale y Los Dos Chinos, entre otros, se aseguraban cada año la producción de Arco de Oro. El membrillo se traía de Catamarca, La Rioja, Mendoza, San Juan y Santiago del Estero. Arco de Oro estaba en San Pedro, pero todo el país estaba vinculado de alguna manera con la fábrica. El primer almanaque La visión de Tuero para los negocios siempre fue admirable, por alguna razón era un adelantado para su época en función de muchos aspectos de la comercialización.

Un día, a comienzos de la década del 70, decidió realizar un almanaque que regalaría a todos por igual, proveedores, clientes, repartidores, consumidores, entre otros. Pero tenía que ser de lo mejor. Así fue que se trasladaron a Buenos Aires a un estudio de fotografía profesional y publicidad donde llevó a su primer nieto como modelo. Fernando Bravo, en ese entonces todavía Tito Pocholú para los sampedrinos, lo recibió y acompaño en toda la campaña. Siempre fueron grandes amigos a pesar de la diferencia de edad, y aunque Don Tuero podría ser su padre, la afinidad en ciertas ideas los mantuvo cerca. Así fue que Arco de Oro tuvo su primer campaña publicitaria y su primer almanaque. De ahí en más, la seguidilla de souvenirs no se hizo esperar. Había vajilla de todo tipo, agendas, anotadores, lapiceras, ceniceros, todo de primerísima calidad y con el logo de la marca. Seguramente, en muchos hogares de nuestra ciudad todavía se conserva gran parte de estos objetos. Los 90 de Menem Arco de Oro era un monstruo inalcanzable, la marca era conocida en todo el país y sus productos también. Había depósitos repartidos por las principales provincias y las grandes cadenas de supermercados venían a pedirle que participe de sus góndolas. La producción tenía superávit casi todos los años, a punto tal, que si la fábrica dejaba de producir por dos años completos, podía abastecer a todas sus bocas normalmente. Pero la crisis no se hizo esperar, el gobierno de Carlos Menem, con sus políticas económicas del primer mundo, arrastró a muchas industrias nacionales, y en esa lista se encontraba Arco de Oro. A pesar de los esfuerzos de sus dueños, la situación se volvió insostenible y las chimeneas dejaron de humear. El cierre de Arco de Oro, dejó sin trabajo a muchas familias, y el efecto dominó causó estragos. La ciudad completa sintió el cimbronazo y muchos comerciantes también bajaron sus persianas. El lugar se entristeció, y con el tiempo la “Justicia” se encargó de disgregar lo poco que quedaba del lugar. Las políticas económicas se llevaron el sueño de muchos sampedrinos y el de la fábrica. Sólo quedan retazos de escombros que alguna vez cobijaron risas, tristezas, anécdotas, alegrías, y ansias de progreso.

Muchos sembraron su futuro allí, muchos dieron su vida, pero lo que la mayoría no sabe, es que cada uno de sus empleados siempre se consideró parte y dueño de Arco de Oro, porque ese lugar trascendía a sus dueños, la planta tenía vida propia, sus paredes , sus olores, su gente, cada uno era indispensable, cada uno era parte de un monumento al trabajo, a las ganas de progresar, al deseo de ser, a sentirse que, con esfuerzo trabajo y empeño se puede. Tal vez con los años nadie sepa por qué ese barrio se llama Arco de Oro, pero ese nombre quedará siempre en el corazón de los sampedrinos. El último capítulo El pasado sábado, fue para muchos el más doloroso. Además de quienes siguen la noticia de la quiebra, esperando cobrar un dinero que ya se han llevado síndicos, abogados y contadores, están los que asistieron al remate de los últimos bienes de la planta. Todo viejo y a precio vil, sin contemplar el esfuerzo que se hizo sólo para soñar con semejantes maquinarias. El barrio entero, verá en la presente generación, como aquella zona industrial se transformará en barrio residencial, pero los más viejos no olvidarán nunca, el ruido a clavo sobre madera que le aseguró subsitencia a decenas de familias sampedrinas.

Publicado por “ La opinión semanario” www.laopinionsemanario.com.ar

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