ALMAFUERTE

Pedro B. Palacios (Almafuerte)
Su presencia en San Pedro

    Otra de las personalidades que prestigió con su presencia una velada literaria- musical organizada en el pueblo de San Pedro a principios del siglo pasado fue el poeta y orador Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte), según se lee en El Independiente  del 9 de marzo de 1902. Organizada por una comisión de maestros del distrito, constituida con el objeto de reunir fondos para contribuir a la construcción de una escuela rural, se programaba presentar en dicha reunión números musicales ejecutados por niños del pueblo, con el complemento de monólogos, zarzuelas y comedias  interpretados por jóvenes de la sociedad de esa época, entre los que se destacaría la disertación a cargo del orador mencionado. Dicha velada se anunciaba para el domingo 21 de marzo de 1902 en el teatro Progreso, ubicado en la calle San Martín donde actualmente se levanta la farmacia Pasteur entre otros edificios, adelantando que los precios serían “bastante módicos”.

    Se puede suponer la expectativa generada por la inminente presencia de este poeta idealista y luchador en la tranquilidad pueblerina de principios del siglo XX. Una breve mirada sobre su vida permite comprobar que pocos seudónimos han sido tan bien adoptados como el de Palacios: ¡Almafuerte! Nació el 13 de mayo de 1854 en San Justo, Provincia de Buenos Aires, Argentina y falleció en La Plata, donde pasó gran parte de su vida, el 17 de febrero de 1917, a los 62 años de edad, en la extrema pobreza.
  Siendo niño perdió a su madre y fue abandonado por su padre, por lo que fue criado por sus parientes, con muy escasos recursos: este episodio marcó su vida, porque ya adulto crió generosamente cinco hijos adoptivos a pesar de la estrechez a la que se vio sometido siempre. Su temprana vocación por la pintura se vio frustrada al negársele una beca para viajar a Europa para perfeccionarse.
  Cambió así su rumbo y se dedicó a la escritura y la docencia. Su enseñanza buscó siempre abrir un panorama espiritual en sus alumnos y alentó a los jóvenes de la época, que más tarde participarían del movimiento revolucionario de los 90. Bohemio incorregible, de carácter explosivo, las palabras de su poema Piu Avanti fueron recordadas en los momentos difíciles de sucesivas generaciones: “No te sientas vencido, ni aun vencido / no te sientas esclavo, ni aun esclavo; / trémulo de pavor, piénsate bravo, / y arremete feroz, ya mal herido.”  
   
 Fue maestro en la Piedad y Balvanera y poco después en Mercedes, Salto y Chacabuco, donde dirigió una escuela pero fue destituido por no poseer un título habilitante, aunque se afirma que la causa fue la crítica hacia el gobierno desde sus escritos. Dedicado entonces al periodismo, dirigió el diario El Pueblo de La Plata y fue también bibliotecario y traductor. Su labor periodística fue intensa y sus textos y poemas se publicaron en numerosos medios. Publicó dos libros en vida y mucha de su obra inédita se ha perdido, a pesar de lo que llegó a ser un poeta popular. La principal referencia de sus obras, manuscritos y dibujos, se conserva en la ciudad de La Plata, en un museo que lleva su nombre.  
    
    En su edición del 6 de abril de 1902 El Independiente relata en un extenso comentario el éxito de la reunión programada, destacando la simpatía con que contaba la comisión organizadora, “siendo elevado y grande el móvil que la ha guiado en su tarea.” Un párrafo especial le dedica al disertante Pedro B. Palacios, que viajó expresamente desde La Plata para cumplir su cometido. Presentado por la señora de Molina, su exposición fue “interrumpida por entusiastas aplausos, tributándosele al final una sincera ovación.”  Fue invitado además a visitar la Biblioteca Popular, donde recibido por algunos jóvenes admiradores dejó su firma junto a este pensamiento: “todas las ciencias han tenido su punto de partida en la ignorancia llena de sagacidad de los hombres. La sabiduría de todos los siglos, duerme en cada uno de nosotros: la cátedra y el libro no hacen más que reducir a minutos, diré así, el despertamiento de la luz en cada cerebro; sin ellos esa elaboración duraría siglos y no cabría dentro de una vida. Acuérdate siempre que no hay nada de los libros que no esté en ti de alguna manera: ni aún en los de matemáticas, ni aún en los de la ciencia de la experimentación, ni aún en los imaginativos. Lee todo lo que puedas, pero hazlo de modo que las lecturas no anulen en ti tu propio criterio, que no te hagan perder la costumbre de observar por ti mismo y discernir por ti mismo. Que tu mucha ilustración no te aniquile, que no sea ella para reemplazar los miembros de relación de tu espíritu y marches nada más que conducido por tus lecturas, como marchan los inválidos apoyados en sus muletas: un hombre discreto se afirma sobre su erudición, lo mismo que un viajero joven y vigoroso sobre su báculo, nada más. San Pedro, abril 3 de 1902.”

    Almafuerte pasó así por San Pedro, dejando en el viejo libro de firmas de la Biblioteca Popular sus aleccionadoras palabras que más de un siglo después mantienen su fresca actualidad.
 Colaboración Julia McInerny
 FuentesEl Independiente. Periódico. Números 515, 517, 518, 519.
http://www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Pedro_Palacios.html

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