LA SOCIEDAD ITALIANA



Para hablar de la fundación de la Sociedad Italiana debemos de remontarnos allá por el año 1870 cuando, un grupo no mayor de 40 italianos, se unieron bajo el lema “Unione y Benebolenza” para formar una sociedad que permitiera prolongar los lazos fraternales y generosos sentimientos que habían cultivado en su lejana Italia.
Habían llegado desde aquel país atraídos por las noticias optimistas llevadas a su regreso por los “inmigrantes golondrinas”, estableciéndose algunos de ellos en este hermoso pedazo de tierra sampedrino donde la oportunidad de trabajar se daba fácilmente y la remuneración permitía vivir sin las estrécheces que ofrecía en ese momento el viejo mundo.
Llegaron, al decir de don Víctor Picco, ex presidente de la institución y un lúcido e inteligente maestro “napolitanos nostálgicos de canzonetas; atezados calabreses y sicilianos; rubios lombardos; emprendedores genoveses, vénetos y marquesanos; pulcros florentinos de hermoso hablar; rudos campesinos de la Romaña”, que insuflaron vida y trabajo a estas tierras dando origen y sentido a las futuras generaciones.

Impulsados por una irrefrenable vehemencia que despertaba el recuerdo de su lejana y dulce Italia y estimulados por el deseo de salvaguardar el patrimonio cultural del contingente inmigratorio, un 13 de julio de 1873 decidieron constituir la sociedad que lleva por nombre “Unione y Benebolenza”.
Entre los propulsores de aquella idea de avanzada encontramos a su presidente don Paolo Corti, importante personaje del pueblo que se destacó por sus interesantes iniciativas de progreso; a don Doménico Larco genovés de origen y barquero que actuó como vicepresidente y donó un retrato de Giuseppe Garibaldi para la sede de la sociedad; como tesorero de designó al señor Giuseppe Falconieri, que algunos años antes se había desempeñado en el mismo cargo en la Municipalidad en oportunidad de construirse el templo de nuestra Ciudad; secretario fue don Nomelini Giuseppe; vicesecretario Paolo Prato figura muy conocido por su actuación en importantes hechos del pueblo y ser un conocido empresario de la navegación; figuran además como integrantes de esa fundación Giuseppe Mazzini, Badinelli Giovanni; dueño de una confitería, café y billar en la sociedad con don Benito Mandraccio; completaban la lista de propulsores los señores Alessandro Arzano, Tomasso Mascetti, Luiggi Tiscornia, Bartolomeo Marini, Ferraris Antonio y Giuseppe Faguetti.

A esta lista honorable de pioneros que conformaron la primera comisión de la sociedad pueden agregarse los nombres de algunos socios fundadores como Luiggi Capelleti, Abondío Frangi, Giuseppe Della Cella, Beniamino Butti, J. Stella, C. Bernasconi, Merciante –músico de la sociedad- D. Mazza, Pietro Pozzeta, farolero y durante largo tiempo encargado de mantener el alumbrado público del pueblo, contratado para colocar los vidrios de la Iglesia y del vitral ubicado sobre el pórtico hoy cerrado con ladrillos. A ellos podemos agregar también a Enrico Villa, Crivelli, Tagliatore, Centenaro, Callegari, Anastasio Maino, Gerardo F. Bozzano, Felice Cairo, Giovanni Olivieri, Agostini Lértora, Gerónim Salmoiraghi y Ambrosio Corti.
Don Llaguno junto con Salmoiraghi, Maino y Bozzano fueron los únicos socios fundadores que al cumplirse 50 años de la entidad en 1923, pudieron ser distinguidos con medalla de oro;  Bozzano la recibió en su casa postrado en cama de manos del entonces presidente don Antonio Falcioni y Felipe Semino su secretario; integraban en esa circunstancia la comisión directiva, además de los mencionados los señores Santos Garavaglia, Pedro Fava, Nicolás Meglio, Lisandro Ricci, Pedro Biscia, Juan Malacrida, Juan Grigioni y Antonio Vitale.

Constituida la entidad con sus respectivas autoridades se entregaron de lleno a la obtención de una sede social; para ello adquirieron un terreno ubicado sobre la calle Constitución (hoy Bartolomé Mitre) que el progreso señaló posteriormente con el Nº 861.
La sociedad también se ocupó de la parte central de su objetivo, por lo que desde el inicio mismo de su actividades contó, como adscripto a la entidad a un médico, siendo el primero en ocupar dicho cargo el Dr. Emilio Ruffa, un futuro presidente de la entidad.
Al fallecer en cumplimiento de su deber, cuando el cólera hacía estragos en el país, fue reemplazado por otro altruista profesional, el Dr, José Caroni.
El tercero en el orden cronológico fue el Dr. Abel R. Noceti, traído por la sociedad y ampliamente ligado a la historia del hospital.

El ciclo de médicos adscriptos se continuó con el Dr. Alejandro Solari que actuó durante veinte años en la institución, la mitad del período cubierto por su antecesor. Luego actuó como tal el Dr. Rodolfo J.Noceti, hijo del mencionado Abel y mas tarde Francisco Comolli.
Pero no se limitaría únicamente a este rubro la actividad social, ya que en el año 1917 construyó en el cementerio local un panteón, destinado al descanso eterno de sus ex socios. Panteón que luego fue ampliado por otro de similares características.
Fuente: Historia Documental de San Pedro de Américo Piccagli

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