PADRE EDMUNDO FLANNERY
Este sacerdote nació en Irlanda en 1840 y murió a los 83 años de edad en Buenos Aires el 10 de agosto de 1923, después de ejercer su fructífero y generoso ministerio durante más de cincuenta años en la capilla de San Patricio cercana a Santa Lucía.
Al promediar el siglo XIX, la colonia irlandesa del Río de la Plata había duplicado su número y se expandía en forma notable en la provincia de Buenos Aires. Las grandes distancias, la falta de caminos y las dificultades originadas en la adaptación de los inmigrantes irlandeses al idioma español obligaron a fray Antonio Domingo Fahy, destacado sacerdote dominico llegado a la Argentina en 1844, donde llegó a ser una figura central, a optar por el recurso de formar en Irlanda sacerdotes para la diócesis de Buenos Aires destinados a las necesidades espirituales de sus connacionales.
Así fue que consiguió en Irlanda seis jóvenes que se prepararon en el seminario de All Hallows de ese país, y cuya formación fue costeada por la colectividad irlandesa rioplatense. Terminados sus estudios, llegaron a la Argentina a partir de 1859: se llamaban Tomás Carolan, Miguel Leahy, Santiago Curran, Miguel Connolly, Santiago Kirky y Patricio Dillon. Más tarde, en 1867 y 1868, llegaron otros seis: Patricio Lynch, Samuel O`Reilly, Tomás Mulleady, Félix O`Callaghan, Juan Bautista Leahy y Edmundo Flannery. A medida que iban llegando, el padre Fahy se ocupaba en iniciarlos en su nueva vida, orientarlos en su misión a cumplir y luego les asignaba el territorio que debían atender.
El Padre Large Michael Leahy fue uno de los seminaristas cuyos estudios cubrió el Padre Antonio Fahy, al ofrecerse para viajar a la lejana Argentina a servir a sus compatriotas exiliados. Al llegar a Buenos Aires, por unos meses asistió al Padre Fahy hasta que fue designado capellán en la zona cuya cabecera era el Fortín de Areco, hoy Carmen de Areco. El área que cubrió y de la que se responsabilizó, abarcaba los partidos de San Nicolás, San Pedro, Arrecifes, Carmen de Areco, Chacabuco, Salto, Rojas y Pergamino, Planeó fundar una biblioteca e inició el proyecto de construcción de una capilla, tan hondamente deseada por sus feligreses. En 1869 se creó otra capellanía cuyo centro era San Pedro. Allí fue designado el Padre Edmundo Flannery y comprendía San Nicolás, Pergamino y Arrecifes
El Padre Flannery reemplazó al anterior a fines de 1869 y llevó adelante el proyecto de construcción de la capilla de San Patricio, que junto con la casa para el capellán se terminaron y se inauguraron en 1876. Una nota periodística se refirió al suceso en estos términos: “La capilla y la casa para el sacerdote construidas por los feligreses del Padre Flannery, sobrepasan cualquier otra cosa semejante que yo haya visto en el país. Las nuevas edificaciones se levantan sobre un terreno alto; la iglesia es una hermosa construcción con una torre que se ve desde mucha distancia. La casa para el capellán es un sólido edificio de ladrillos de cinco piezas. El celoso pastor merece el más fervoroso aplauso por sus esfuerzos”. Poco después de la inauguración, el Padre Flannery dio a conocer el siguiente informe: “Todos los irlandeses de la vecindad y muchos nativos han suscrito con generosidad. Las cuentas dicen: Costo de la iglesia: $261.402; colectas: $195.846; deuda: $65.556. El edificio tiene 80 pies de largo, 26 de ancho y 30 de alto. El Deán Dillon asistió a la consagración”.
Lamentablemente, esa inolvidable joya levantada con tantos esfuerzos fue absurdamente demolida, cuando aún no había cumplido cien años, sin que nunca se aclararan las razones que pudieron existir para que las autoridades eclesiásticas ordenaran o permitieran la destrucción de este valioso patrimonio histórico cuando tenía solamente 98 años de antigüedad, suceso del que los pobladores se enteraron cuando ya se había consumado. Sólo se recuperó mucho tiempo después, muy trabajosamente, la campana, que está ahora en la cercana iglesia de Santa Lucía, y no es posible documentar el destino corrido por los hermosos vitrales y demás elementos, ya que todas son versiones poco claras. Las autoridades que debieron hablar, callaron, y siguieron por años amparándose en un vergonzoso pacto de silencio. Ha pasado mucho tiempo, pero ese tristísimo episodio no cayó en el olvido: siempre se evocará con nostalgia la añorada presencia de ese entrañable símbolo que era para todos la vieja capilla, con su airoso perfil recortándose en los campos que cimentaron su construcción en aquel lejano 1876.
A ochenta y seis años de su muerte evocamos la memoria del Padre Edmundo Flannery, sobre la que aún queda pendiente un desagravio. Más de medio siglo atendiendo a sus feligreses en la soledad de los apartados campos de aquella época, es una singular razón para merecer nuestro agradecido recuerdo.
Colaboración Julia Mc Inerny Fuente: http://www.irlandeses.org/sanpedrophoto.htm
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